Imágenes y palabras: La presencia del narrador en el cine de no ficción

Imágen fija de The Darkside. Foto tomada del internet: https://www.screendaily.com/the-darkside/5062740.article

Por Mary Leonard

I. Imágenes y palabras en el cine

Las imágenes son omnipresentes. Llaman la atención. Son inmediatos, sensoriales. Impresionan. Son impresionistas en la forma en que Joseph Conrad usó el término cuando describió lo que quería hacer como escritor: “mediante el poder de la palabra escrita, hacerte oír, hacerte sentir — es, ante todo, hacerte ver.“ 

Hoy en día estamos tan inmersos en un río de imágenes que pocos dirían que necesitamos palabras para poder ver. En los años después de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, algunos, como los críticos de cine André Bazin y Erich Rohmer, llegaron a desconfiar del poder seductor de las imágenes como preferibles a la palabra hablada, de la idea que de alguna manera ellas superan a las palabras. Las imágenes transmiten emociones con gran fuerza y, como demostró Sergei Eisenstein, pueden, al mismo tiempo, a través de una serie de planos vinculados narrativa o causalmente, transmitir ideas sin que se pronuncie una sola palabra. Es una poderosa combinación cuyo efecto puede lograr que un espectador relajado y receptivo internalice estas ideas y las vincule con las emociones asociadas con ellas en una película, casi como si las experiencias vistas, las emociones observadas y las ideas resultantes fueran propias.


Michel Chion mostró más tarde cómo, en el cine sonoro, el sonido y las imágenes se combinan en lo que él llamó audioimágenes. Lo que oímos nos dice cómo interpretar lo que vemos. Pero también es cierto que lo que vemos, especialmente las expresiones faciales y el lenguaje corporal de los seres humanos, encuadrados y presentados de maneras y en contextos específicos por el cineasta, agregan gran cantidad de significado a lo que escuchamos. Es porque lo más importante para nosotros es la experiencia humana. Nos identificamos con las experiencias de otros seres humanos más que con cualquier otra cosa. Fue Bela Balazs quien señaló el papel central que juegan los primeros planos de rostros humanos, con todas sus microexpresiones matizadas, para transmitir emociones complejas que nos enseñan cómo responder a lo que estamos viendo y escuchando. Escribió Balazs, parafraseando a Marx, "La raíz de todo arte es el hombre".

Una película es un flujo de imágenes encuadradas, una trás otra, lo que Lev Manovich describe como la "pantalla dinámica", lo que provee una experiencia intensa para los espectadores. Nos atrae y nos sumerge en ese flujo visual hasta el punto en que, cuando estamos viendo una película, generalmente no prestamos atención a lo que no está dentro de ella. Escribe Manovich, "la pantalla es agresiva. Funciona para filtrar, ocultar, tomar el control, haciendo inexistente todo lo que está fuera del encuadre…se le pide al espectador que se fusione completamente con el espacio de la pantalla". Los especialistas en mercadeo y los políticos saben estas cosas y las utilizan a su beneficio. Lo sabes tú también intuitivamente. 

Al darse cuenta del poder de lo visual en el cine, Bazin expresó su preferencia por el neorrealismo precisamente porque estas películas de bajo presupuesto, hechas no en estudios, sino en la calle, con actores a menudo no profesionales, parecían más reales, menos manipuladas, y por lo tanto más confiables. Esta fue también la estética del Cinema Verité realizado en las décadas de 1950 y 1960, un cine sin adornos y muy verbal. Erich Rohmer expresó su desconfianza en la imagen pulida, cuando en 1948, abogó por la importancia de la palabra hablada en un ensayo titlado "Por un cine que habla". Para Rohmer, era importante que el diálogo de una película no se usara simplemente como parte del ambiente sonoro, sino que se estructure de tal manera que haga que el espectador preste atención y piense en cada palabra pronunciada. La imagen en movimiento al servicio de la palabra hablada, no al revés. Las películas de Rohmer tienen que ver con el lenguaje, con las conversaciones, con ideas, y te animan a pensar en lo dicho. Mi noche con Maude (1969), por ejemplo, es una conversación, un debate entre diferentes posiciones ideológicas, entre un católica, una mujer divorciada y un marxista, en una época en que el divorcio era mucho menos común que ahora. Todavía, hoy en día, las películas estadounidenses tienden a basarse más en imágenes espectaculares, mientras que las francesas suelen ser mucho más verbales.

Con estas ideas en mente, dirigimos la mirada hacia algunos narradores que aparecen físicamente en películas de no ficción, personas que vemos a la misma vez que nos hablan.


II. La presencia del narrador en el cine de no-ficción

Las imágenes cinematográficas no tienen que ser espectaculares para afectar a una audiencia emocionalmente. En algunas películas, especialmente las que pretenden contar las experiencias reales de una persona, es la presencia física del narrador que despierta la empatía de la audiencia, y la historia que cuenta en sus propias palabras que mantiene la tensión dramática del film. Un ejemplo es Swimming to Cambodia (1987), que da la palabra al actor y monologuista Spalding Gray. En Nueva York en la década de 1980, Gray hizo una serie de performances en vivo en los que pronunciaba monólogos autobiográficos, y muy personales, en un teatro oscuro y despojado, siempre vestido en la misma camisa a cuadros y mahones, siempre sentado en la misma mesa pequeña y siempre con la misma intensidad dramática. Jonathan Demme filmó a Gray en este sencillo espacio teatral, vestido con la misma ropa, interpretando un monólogo sobre sus traumáticas experiencias trabajando en la película The Killing Fields en Camboya. En este clip de la película, Demme mueve la cámara y manipula un poco la iluminación, pero se abstiene de ilustrar la escena con imágenes visuales que no sean del propio Gray. No nos enseña Camboya ni cualquier otro lugar que no fue el mismo teatro. La película se trata solamente de esta persona en particular, de sus palabras y cómo las pronuncia, del ritmo y del flujo del monólogo.

Otra película que se centra en una sola persona y sus palabras es Fog of War, un documental de 2003, dirigido por Erroll Morris, sobre Robert McNamara. Utiliza imágenes de McNamara, eventos históricos, gráficos, ilustraciones visuales y una banda sonora musical para ilustrar, contextualizar y complementar el relato de este  sobre su propia vida en sus propias palabras, incluyendo los muchos errores que este complejo e inquieto protagonista de la Guerra Fría admite haber hecho. Lo que es central en esta película, lo que la hace tan fascinante, es el propio McNamara, su ceño fruncido, la angustia en su voz cuando se esfuerza por explicar sus decisiones y aceptar sus errores. Viendo la película y escuchándola, llegamos a conocerlo y comprenderlo a través de sus propias palabras.

Warwick Thornton es un cineasta indígena australiano. Es también un galardonado director de fotografía, creador de muchas atractivas imágenes visuales. En 2020, Thornton, agobiado por la actividad incesante de su vida como un cineasta exitoso, decide pasar un tiempo solo acampado en una isla remota al lado de una playa en una rústica casa hecha de placas de zinc, y sin electricidad, y realiza un documental sobre esta experiencia llamado La Playa. En él, graba en voz alta sus pensamientos y sentimientos sobre lo que esta viviendo, una especie de diario en video. En una escena, revisa el pietaje de sí mismo y observa que no se ve bien. Como cineasta y director de fotografía, su impulso es botar el pietaje y filmar otras otras imágenes más bellas. Sin embargo, decide finalmente incluirlo en la película precisamente porque el objetivo del proyecto es alejarse de lo pulido, de no manipular imágenes de la naturaleza o de seres humanos para que se vean hermosos ni de promover el turismo.

Foto de Warwick Thornton en la playa cerca a su casa. Fuente de foto: https://www.firstshowing.net/2020/warwick-thornton-tries-to-live-alone-in-the-beach-doc-series-trailer/

The Darkside, un documental de Thornton, está compuesto por una serie de relatos sobre encuentros con lo sobrenatural en las palabras de australianos - aborígenes y otros. Es interesante que el director se abstiene de ilustrar estas historias visualmente. Lo que hace es más bien centrarse en las personas que las cuentan, sus rostros, sus voces, sus palabras. Cada escena es un solo plano estático, un retrato del narrador. Esta forma de encuadrar al sujeto que habla se puede apreciar en la imagen fija que aparece al comienzo de este artículo, la cual muestra a una mujer sentada en la entrada de su casa contando una serie de sucesos nefastos que afectaron a miembros de su familia luego de que recogieran un tablero de Ouija tirado en el suelo. En la escena, lo que llama la atención es la intensidad del rostro y de la voz de la mujer que cuenta su historia en primer plano mientras su madre juega un interminable juego de solitario en el fondo.

Otra escena interesante de esta película es la de un hombre sentado al lado de una fogata en la oscuridad de la noche. Es un plano hermoso en el que el hombre está bañado en la cálida luz del fuego, y el encuadre le da protagonismo mientras relata su historia. Sin embargo, al contar lo que pasó el hombre se agita cada vez más y finalmente no puede permanecer sentado. Se pone de pie, sale del encuadre, vuelve a entrar y luego se mueve hacia la cámara. Está demasiado perturbado por lo que está contando para responder, incluso cuando la voz de Thornton le pregunta si no quiere volver a sentarse. El resultado es que durante la mayoría de la escena, mientras cuenta la historia, lo vemos en primer plano, enmarcado solo de cintura para abajo mientras se mueve, hablando con emoción. Lo interesante es que Thornton elige dejar esta escena en la película, no volver a filmarla usando el encuadre original. Rehusa crear una imagen más bella porque el encuadre no planificado transmite más, emocionalmente hablando. 

Una película es un flujo dinámico de imágenes audiovisuales, y solo esto tiene el poder de fascinar, no importa el tema. Es fácil dejarse seducir, y caer en el costumbre de consumir video tras video simplemente para poder disfrutar del estímulo audiovisual. Los medios audiovisuales pueden deslumbrarnos con el espectáculo, pero también pueden abstenerse de demasiada belleza, de demasiada sensación visual, para dar espacio a las palabras, enmarcando y dándole protagonismo a las voces de los seres humanos que nos cuentan sus historias.


* Las opiniones y puntos de vista de quienes escriben son de su exclusiva responsabilidad y no necesariamente reflejan la voz de la Asociación de Documentalistas de Puerto Rico, o de quienes colaboran con la misma. 

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